19 agosto 2014

Mirador, fortín o púlpito

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2014/08/19/mirador-fortin-o-pulpito/870819.html

En ocasiones las mitologías sirven para explicar diferentes consecuencias de nuestros actos y las asociaciones que hacemos entre ellas permiten explicar algunas de nuestras ocurrencias o las del prójimo.
Hay que ver lo que era el Olimpo, con Zeus campando a sus anchas, teniendo descendencia sin ton ni son, como rey de dioses, para que nacieran Apolo, Hércules, Atenea, Dionisio o las Musas.
¿Para qué tendría que molestarse en explicar nada si su voluntad no podía ser contrariada? Él vivía en las alturas inalcanzables, el cielo inaccesible a los mortales.
Desde entonces diferentes culturas y religiones nos sitúan sus más arriesgadas aventuras en los lugares más altos.
Recordemos que Yahvé se busca las maneras para que Moisés suba al monte Sinaí y allí entregarle las tablas de la ley, los mandamientos que habrían de creer y cumplir sus pecadores seguidores que adoraban al becerro de oro.
Una lástima que se haya ido perdiendo la costumbre, porque ya hace tiempo que el oro gobierna desde las alturas y los becerros siguen adorándolo.
Lo de Noé tampoco estuvo mal, que su arca navegadora destinada a salvar la civilización, cual búnker de los escogidos, quedase anclada en el monte Ararat no está mal traído, podría haber sido cualquier valle o mar más accesible, pero hubo de quedar a más de 5.000 metros entre Turquía e Irán; desde allí se podría otear lo que quedaba a sus pies después de aquel diluvio o lo que fuere.
Parece que la costumbre, o mejor dicho la habilidad, de subirse a las alturas para divisar, controlar y defenderse no ha perdido vigencia; es más, parece que la vamos recreando con el tiempo y los archivos informáticos los guardamos en una nube virtual que bien podría estar físicamente en servidores soterrados bajo blindaje.
Aprovechar la orografía para decidir el lugar para aposentarse, para defenderse con castros, murallas o castillos, eligiendo lugares elevados, es costumbre para ponerle dificultades al enemigo o controlar al súbdito.
Quiero verte y quiero que me veas, desde aquí soy capaz de todo, parecía pensar Clarín cuando nos describía al Magistral Don Fermín de Pas desde la torre de la catedral de Vetusta mientras "la heroica ciudad dormía la siesta" y él imaginaba controlar los pensamientos de Ana Ozores, la Regenta.
Algo así se le pudo haber pasado por la cabeza al obispo Munilla al comparar el aborto con el despido libre y gratuito.
Pero no me negarán que nuestro nunca suficientemente valorado presidente del gobierno estuvo genial subiéndose al monte Lobeira, cual Zeus desde su Olimpo, y desde esa pequeña cumbre de 300 metros en la costa del norte de Pontevedra, rodeado de palmeros, se dirige al mundo -ante periodistas forzosamente mudos- para dejar claro que somos los mejores, que el billón de euros de deuda ya lo pagará quien le toque, que en lo del ébola somos campeones de la transparencia, que alemanes, italianos y franceses han de venir por aquí a que Ana Mato, Montoro y Wert les den clases particulares de cómo se llega a morir de éxito, aunque no haya terminado el mundial de baloncesto, lo realmente importante.
¿Cómo le sienta esto a los parados?

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