12 agosto 2014

Ganó una guerra y perdió vida

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2014/08/12/gano-guerra-perdio-vida/868886.html

Permitan, a estas alturas de agosto, que este folio haga caso omiso del culebrón mafioso protagonizado por los distintos señores y señoras del clan Pujol y así aprovecharlo para recomendarles una lectura, Herederos de una guerra, obra de Luis García Trapiello (Madrid 2014, Incipit Editores). Los más suspicaces podrán decir ya ahora que no les gustan las guerras, los vencedores y los vencidos; los arriesgados pensarán en otra novela de la Guerra Civil. Concédanme el beneficio de la duda y el producto no les defraudará.
Para empezar hablaremos de una novela porque lo dice el editor en la portada, pero bien podría ser que las dos narraciones que conforman el texto fuesen ficción verosímil o memorias del propio autor.
Les hablo de dos narraciones, pero podríamos hablar de metaliteratura, de cómo construir una narración a partir de unas memorias, de un relato? Este conjunto está íntimamente cohesionado por la trama y por los vínculos que unen a los personajes. Las propias voces de los narradores nos sirven también de nexo aunque hablen desde diferentes perspectivas.
Son el espacio y el tiempo, lógicamente también los personajes, quienes marcan los límites de ambas narraciones, que se intercalan a lo largo de toda la obra, la que nos cuenta el presente y la que nos recrea el pasado.
Por empezar por la más breve señalemos que está organizada por un narrador en primera persona, protagonista, que reflexiona en voz alta sobre sus recuerdos familiares, sobre la falta de los mismos, en varias conversaciones con otro personaje, Paco, que, tal y como especulábamos antes, bien podría ser ficción o un alter ego del narrador para sostener el juego dramático de los diálogos que van dando sostén argumental al resto de la narración, esos en los que se reflexiona y que dotan de contenido al título del libro y al de este folio, el padre del protagonista que vive su vida casi sin ser capaz de explicar qué le llevó a ella, qué significó ganar una guerra cuyas causas ignoraba y no haber compartido recuerdos y cavilaciones con sus más íntimos, con sus hijos. La idea de la muerte, la consciencia de matar, la posibilidad de desentenderse de actos propios tan crudos. Como pueden suponer son unas reflexiones descarnadas, como las que todos nos hacemos cuando examinamos nuestro pasado, pero expresadas sin aspavientos ni melodramas, vemos que la procesión va por dentro.
El resto de la narración se nos ofrece por medio de un narrador en tercera persona, pero me atrevería a decir que el autor ha apostado por la omnisciencia minuciosamente neutral en las descripciones geográficas y en la escasez de adjetivos valorativos.
El salto temporal es, lógicamente, al desarrollo de la guerra y el espacio que nos describe cambia desde los frentes bélicos de Teruel, la batalla del Ebro, Castellón? hasta los episodios de tregua por licencia en León, un esfuerzo de fidelidad y verosimilitud.
Mayor asombro causa la construcción de los personajes, un grupo de jóvenes falangistas leoneses encabezado por Venancio -referente real de toda la obra- que se toma como centro alrededor del cual giran otros combatientes del bando nacional, la consciencia de lo que había al otro lado de la trinchera, sus mandos, personajes históricos, la crueldad del ambiente, los ratos de ocio?hasta que les llega la victoria y comienza la incertidumbre de la vida.
En resumen, una profunda reflexión abierta al lector, levantada sobre una arquitectura narrativa muy bien forjada

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