17 diciembre 2013

¿La solución es el somatén?

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2013/12/17/solucion-somaten/793780.html

Cuando a Prudentino Candidez se le acabó la mucha paciencia que le adornaba pensó que tendría que dirigirse a su familia, pararse y reflexionar antes de tomar una determinación más o menos drástica; la situación tomaba un cariz que ya le resultaba insoportable, a él, un hombre de orden donde los hubiere.
Había hecho caso de las primeras recomendaciones instalando el último lujo en alarmas anticacos en su casa y su coche; su perro, aunque algo canijo, portaba un chip de localización y lucía en su currículum un cursillo de adiestramiento con ladrido defensivo, poco más le podía pedir. Su hija y su hijo, adolescentes, portaban el móvil con el GPS permanentemente activado, había conseguido que en el buen colegio donde hacían el Bachillerato les autorizasen a mantenerlo activo, sin usarlo, ni mucho menos lucirlo en público; se había asegurado de que ese centro cuyas mensualidades le costaban un riñón, hubiese instalado cámaras que grabasen todas sus actividades, desde su móvil y su tableta observaba la entrada y salida de sus retoños.
El control de los momentos de ocio de sus hijos le preocupaba más que nada; de mutuo acuerdo habían concluido que las salidas del fin de semana tendrían como destino un macrocentro comercial bien provisto de todo lo necesario, hamburguesas, pizzas, cine, tiendas de moda, un quiosco de chuches, un simulacro de garito de copas y una buena dotación de cámaras y guardias de seguridad que controlaban hasta los aseos.
Los problemas comenzaron cuando a su hijo, el joven Pruden Candidez, se le dio por caminar desgarbado, con los pantalones caídos y el pelo engrasado simulando suciedad. La seguridad privada lo observó dos veces en tal rebelde actitud que no tuvo más remedio que invitarlo a visitar varias veces los cuartos de cacheo en busca de ilegalidades, no llegó a contar en su casa las vejaciones, vería humillado su espíritu de jovenzuelo contestatario.
A la hija, Clementina Candidez, le gustaba vestir de negro y maquillarse gótica. Prudentino no veía problemas, quizá la pulsera de cuero con pinchos de acero le gustaba menos, pero era algo inofensivo; el caos surgió después de haberse enterado de que también los guardias de seguridad la habían considerado sospechosa de retocarse demasiado la nariz en los aseos de chicas y por frecuentar alguna compañía masculina de aspecto poco recomendable; el padre no tuvo más remedio que tomar medidas preventivas pese a creer en la inocencia de su hija.
Los dos hermanos se sublevaron en la cena familiar hartos del control interno y externo, no se convencían de que todo era por su bien, que el mundo exterior era peligroso; pero lo grave de verdad surge en cuanto, Pura, la madre siempre silenciosa, rompe a llorar sin consuelo ante los tres que no se explican qué le ocurre; su vida de ama de casa era triste y aburrida, el súper, la pelu y algún café con leche con la vecina; el resto de su tiempo era limpiar y guisar; trataron de sosegarla con una tila, al fin confesó su angustia, su humillación constante, no soportaba más que le registrasen el impermeable de su caniche ladrador acusándola de tráfico de ansiolíticos.
Prudentino está bloqueado y como cabeza de familia ha de tomar las riendas, pronto lo decide, aún es joven y está en buena forma, reúne a sus compañeros del mus y deciden convertirse en vigilantes de seguridad para proteger a los suyos de forma legal y con el beneplácito de las autoridades. No sabe cómo acabará el sucedáneo de somatén, pero por él no va a quedar.

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