09 enero 2013

Un par de comentarios sobre sexo

http://www.laopinioncoruna.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2013010800_5_680649__Opinion-comentarios-sobre-sexo


Que los obispos, sobre todo los más integristas estén obsesionados con el sexo es algo a lo que estamos acostumbrados. Recientemente el ya famoso en los medios, obispo de Córdoba Demetrio Fernández, arremetió en su pastoral contra las relaciones homosexuales, demonizándolas y atribuyéndoles las causas de múltiples desgracias, entre ellas la desaparición de la familia "como Dios manda", es decir, como le cabe a él entre sus cejas. Hasta aquí nada nuevo y poca tinta se ha de gastar en debatir lo archidebatido sin posibilidad de acuerdo.
Pero hay un detalle en estas manifestaciones en el que servidor no había deparado hasta ahora, el monseñor reconoce la existencia de la "ideología de género", aunque sea para condenarla, -es una pena que no se acuerde de la violencia machista, también mal llamada de género-; es decir, da la razón a aquellos y aquellas que confunden género y sexo. Frente a esto, los que, formados en teorías lingüísticas seguramente arcaicas, consideramos que el género es una categoría gramatical y el sexo tiene que ver con otros quehaceres personales a practicar en grupo, en pareja o en solitario, para el solaz o para la reproducción, pensamos que un señor o una señora pueden ser pianistas o taxistas, al tiempo que sabemos que un señor o una señora pueden ser un genio. Es decir, además del masculino y el femenino, gramaticalmente usamos el neutro (lo, esto?), el común, marcado por su artículo, el epiceno para los de un solo género y el ambiguo para casos como el calor y el calor usados indistintamente. Hasta aquí el repaso para la próxima reválida que les toque.
Por lo tanto ruego a don Demetrio haga el favor de no contribuir más a la ceremonia de la confusión, cuando quiera hablar de gramática, hable de género y cuando quiera hablar de sexo, hable de sexo en cualquiera de sus variantes y posturas más o menos pecaminosas a su alcance y conocimiento.
Y aprovechando que hablamos de sexo, relaciones y demás temas colaterales, permítanme manifestar mi extrañeza por lo poco comentadas que fueron las recomendaciones del señor director del instituto de excelencia San Mateo de Madrid, una especie de tubo de arte y ensayo de la señora Aguirre para conseguir 150 adolescentes puros clones de máximo rendimiento.
Don Horacio Silvestre, que así se llama el ilustre director cuya obra hoy comentamos, remitió una felicitación navideña a los padres y madres de su centuria y media de pupilos de 17 y 18 años y entre otros consejos, vamos a llamarlos chuscos, les recomendaba que les impidiesen el acceso a internet y a las redes sociales. Es de suponer que ya llevarían en sus maletines lecturas piadosas para ocupar los ratos de ocio forzoso.
Es más, conminaba a los progenitores a que hablaran con sus hijos e hijas de lo beneficioso que es para sus estudios apartar todo lo relacionado con el amor, en beneficio del saber. Madre mía, este hombre es catedrático de latín y se llama Horacio. Seguro que conoce mucho mejor que yo las enseñanzas del Ars Amandi de Ovidio y sus notables influencias en la literatura española, de Juan Ruiz a San Juan o a Góngora. Este hombre no puede ignorar tampoco la biología, la psicología o el sentido común. No sé si sus experiencias nacen de un seminario, de un internado segregador o que venga Freud a socorrerme, pero espero que las 150 disciplinadas familias no sean tan irresponsables como para adorar los ídolos dorados que este señor y sus sistema prometen. A estas alturas no sé si hemos topado con la iglesia, pero sí vamos camino de un buen golpe.

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