15 enero 2013

Delincuencia a treinta años vista

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2013/01/15/delincuencia-treinta-anos-vista/682913.html


Acabo de disfrutar la última obra de Javier Cercas; y digo bien, disfrutar, porque otra vez me vuelve a sorprender como lo hizo con Soldados de Salamina, hablando de la guerra civil, con Crónica de un instante y el 23-F, ahora con Las leyes de la frontera y la delincuencia juvenil durante la transición. Es genial el perspectivismo, los varios focos desde los que se ilumina una realidad cruda, recreando personajes históricos por su historial delictivo y carcelario, por la descripción generalizada del mundo de la droga salvaje por barrios y chabolas, por el interés de la sociedad y la repercusión en los medios, por las fantasiosas películas creando mitos, ídolos de pies de barro.
Una sociedad que no le daba nada a su juventud, una juventud que ni tuvo acceso a la LOGSE ni a la ESO, que mientras unos se curaban del desencanto de la primeriza democracia, que no había traído la felicidad perpetua, leyendo libros de cocina y engordando con sus aprendizajes, otros en la periferia de las ciudades, en el aluvión de la marginalidad, cayeron víctimas del caballo. Su desencanto tenía razones más profundas, nunca habían tenido nada, pero veían que a su alrededor sí había quien tenía cosas, su mecanismo mental solo alcanzaba a decir, esto lo cojo porque lo quiero. Si no soy capaz de tenerlo me busco otra realidad virtual que me reconforte y si me lleva a una muerte rápida y placentera, mejor. Hasta que el sida llegó y mandó parar. Esos eran los titulares de los periódicos hace treinta años, la historia de los desclasados, del lumpen social haciéndose un hueco y diciendo estoy aquí, que alguien me haga caso.
Treinta años después los titulares siguen hablando de robos, de desfalcos, en cierta forma de tirones callejeros, de negocios limpios de puro blanqueo y de viajes fraudulentos y paradisíacos.
Pero ya no son los quinquis de barriadas los que te pegan el palo, hoy son los niños pera de toda la vida los que se están tomando la revancha y es que es cierto, carajo, ya son muchos años de contemplaciones, ya son muchos años de pagarles la educación y la sanidad a los muertos de hambre de siempre, es que son insaciables, les das un dedo y te toman la mano y el brazo.
En la sociedad como dios manda, que diría el obispo, las cosas han de volver a su cauce y los que de cuna siempre tuvieron la sartén por el mango y las longanizas para echar a la sartén, reclaman sus derechos y, si no se les dan, los cogen, primero privatizan, nombran a sus amigos jefes de sus empresas y luego el dinero del estado va a parar a sus manos, sea en las comunicaciones o en la sanidad.
Y, ojo, estos son los que le están despidiendo del trabajo y diciéndole que lo hacen por amor a su país, que todos hemos de sacrificarnos y que ellos ya han sufrido mucho.
Lo peor es el callo, esa dureza que te hace insensible, de forma que soportabas fusilamientos en los setenta, el sida en los ochenta, el terrorismo siempre y la venganza aristocrática de los de siempre, ahora descarada.

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