01 mayo 2012

Orden y desorden, no me gusta lo que viene


¿Qué tienen en común confesionarios, enfermerías, 

sacristías, comisarías, dormitorios...? 

He de confesarles que desde hace meses me encuentro particularmente angustiado. No es la crisis, no es solo la crisis. Puedo ser un privilegiado.

Me angustia el autoritarismo imperante, los que vivimos más cerca de los 60 que de los 50 tenemos memoria y un pasado, olemos el peligro que corremos. No tenemos que remontarnos a lo que nos contaron de los años del hambre, solo hemos de recordar los primeros 70 y sus engaños.

No hay problemas, por ahora, para publicar libros, artículos; pero ya hay amenazas que intentan controlar lo que se propaga por las redes sociales, son fantasías del ministro del Interior, que se cree poderoso chino con autoridad para cortar las alas de Google. Quizá su afán no sea la censura, ni una amenaza seria con el Código Penal, sino que simplemente su objetivo es la autocensura, que desaparezca lo que él cree desorden y para usted es orden. Para poner un ejemplo, él prefiere que usted hoy se quede en su casa arreglando el trastero en vez de darse un paseo hasta la manifestación en la Palloza, ver a sus viejos amigos y compañeros. Intenta convencerle de que allí habrá desorden, cuando lo que hay son carritos de bebé con un globo rojo prendido, empujados por padres y abuelos agobiados por el presunto despido inminente o por el desahucio si no se paga el alquiler.

Los dos jóvenes catalanes en prisión desde la huelga general llevan camino de convertirse en héroes inocentes, cabezas de turco y que todos escarmentemos, que nuestra libertad se organice bajo los parámetros delimitados por sus estrechos y retrógrados criterios y no por la libertad de los demás.

Los cuarteles y las prisiones tenían mucho en común, cuando llegas tienes que buscar protección, amigos, alguien que te ponga al día. Recuerdo muchos tiempo de descanso en los que un par de castellanos viejos, poco pulidos en modales, jugaban a pelearse como niños, sin darse cuenta de que lo único que necesitaban era tocarse.

El pasado viernes santo, un monseñor parece ser que se dedicó a mandar a los infiernos, previo paso por hospitales, a los homosexuales, la arenga desde el púlpito se repite de vez en cuando y hasta aquí no hay nada nuevo, pero ahora parecía que pasaba a ser un problema de orden público; está convencido de que la homosexualidad es un invento del barrio de Chueca, que se olvida de billares, los cines de barrio o de la cultura griega, por escoger así extremos bastante distantes y que no llega con el fuego eterno, sino que la condena debe cumplirse en vida, sobre todo si se casan.

No sé que me da en la nariz que en el Gobierno y en la Conferencia Episcopal cayeron poco bien sus palabras, porque el inefable monseñor Camino salió al paso echando un poco de aguarrás para disolver tensiones, que si ellos no mandan a nadie al fuego eterno, bla bla... pero que lo de los señores y las señoras ad libitum es un desorden sin paliativos que solo se soluciona con un dormitorio bien ordenado y pasando por el confesonario. No me gusta lo que viene.

No hay comentarios: