06 marzo 2012

No me trago lo de la flexibilidad laboral

 Primero fue la conselleira de Traballo la que se salió del tiesto para decir que los que se iban al extranjero era porque les daba la gana, estudiaban aquí y después se iban a ganar dinero por el mundo adelante. 

Le siguió la teoría del ministro Wert, estaba mejor traída ¡vas a comparar!, defiende que los que se están yendo no son españoles, son nacionalizados de otros países que estudian aquí todo lo que pueden y después -los muy ladrones- se van con la ciencia aprendida aquí a otros lares porque, simplemente, les pagan. Supongo que será algo así como la antigua polémica de los oriundos y sus abuelos gallegos para poder jugar al fútbol como los españoles fetén, que llegaban aquí hablando argentino y ganándose a la afición. Ahora resulta que los parados están así porque no quieren ir a Laponia, o será porque no pueden desprenderse de la hipoteca, dejar las llaves e irse a vivir donde les dejen hacerlo, trabajando dignamente. 

Nos abruman con los números, ¿quieren números? Pues vengan los números a decir las verdades de la flexibilidad que reclaman para ser productivos: 

Con recesión o sin recesión, en este país se celebran, desde finales de los noventa, más de un millón de contratos al mes, a veces dos. La media es de casi 14 millones de contratos laborales al año. 

De forma que la creación de empleo no es en absoluto la asignatura pendiente de este país, al contrario. Para nuestros especialistas no tiene ningún misterio. Lejos de tener ese miedo que se les atribuye a los empleadores, se hicieron 223 millones de contratos desde el año 2000. Pero al distribuirlos según su duración, vemos que casi la mitad se firmó por menos de tres meses. Lo que se ve es que temen encontrarse con conocidos por los pasillos de la oficina o el taller. 

Parece que todo esto suena a película americana de serie B, de las de tarde de domingo soporífero en la que los protagonistas se lían la manta a la cabeza, cargan su mochila o su furgoneta, se marchan a otra cuidad, a otro Estado y, en dos patadas, ella encuentra trabajo de camarera o de creativa publicitaria y él de vendedor de coches o de técnico en la construcción. ¿Y el convenio colectivo? ¿Alguien oyó preguntar por él en esos contratos verbales? ¿Les gustan los despidos a la americana? 

Pues ya están servidos, a partir de ahora los contratos de trabajo se firmarán en la barra de hielo, durarán mientras usted no se ponga enfermo, un poquito enfermo, y se acabarán cuando al negociante se le antoje, solo que gratis total. A este país me da la impresión de que lo están manteniendo las pensiones de los mayores y los empleos de los autónomos que tienen un par de personas contratadas, que tienen su mismo nivel de vida, que comparten el décimo de lotería de navidad, todo desde hace años y su suerte lleva el mismo camino. Esas empresas no necesitan flexibilidad legal para despedir, si pintan bastos, se van todos al garete. 

El señor Rajoy busca medallas, a ver si no le ayudamos a ponerse más que las que merezca, en Europa se apresuran a condecorarse entre ellos pisoteando al débil, por aquí empresarios y obispos se deshacen en agradecimientos, a ver si la oposición no se suma sin querer al carro.

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