20 marzo 2012

El Mad Max de las relaciones laborales

Alguien se imagina que los sindicatos y las organizaciones empresariales cerrasen sus puertas, apagasen sus teléfonos y ordenadores, desapareciesen de los locales en las empresas, de los juzgados... del mapa durante un par de meses? ¿O para siempre? Hagan ese esfuerzo de ciencia ficción. Sin duda aparecerán las primeras respuestas de los últimos damnificados, de los autónomos que han tenido que cerrar porque las asociaciones de empresarios solo defienden a los más grandes, aparecerían las protestas lógicas de los últimos despedidos, de los últimos a los que su sindicato no atendió como era menester hacerlo. A continuación aparecerían los resentidos de más largo plazo, las de aquellos a los que se la jugó su socio de acuerdo con el banco y se quedó sin empresa, sin inversión y una mano delante y otra detrás o la de aquella víctima de los juzgados que sigue diciendo que su abogado no estuvo a la altura en su improcedente despido. 

Estaríamos en el postapocalipsis de las relaciones laborales, ya no habría quien hablase con nadie, la ley de la selva; en el cine, en el cómic, sería la hora de la violencia, la ley del más fuerte. O quizá estemos, decía el maestro Millás hace pocos días, en el medievo de las relaciones laborales, cual siervos y señores. 

Desde los momentos convulsos de la transición, desde el desmantelamiento del sindicato vertical franquista hasta la implantación de los sindicatos democráticos salidos de la clandestinidad hasta hoy, ha llovido mucho. Seguro que hay sesudas tesis doctorales que analizan el papel de sindicatos y organizaciones empresariales en estas décadas, pero fiándonos de la memoria podemos recordar momentos tensos y delicados, desde la responsabilidad mostrada en los Pactos de la Moncloa, la huelga general del 14D, los diferentes acuerdos de negociación colectiva, la gran cantidad de convenios colectivos firmados...En resumen, que venimos disfrutando, todos los ciudadanos, asalariados y empleadores, de un clima de cierta paz social, de cierta convivencia en la que todos ejercemos nuestros derechos, pero ya sabemos que los derechos del patrón miden más, pero también sabemos que al patrón si se le pueden apretar las clavijas, se le aprietan y afloja la mosca. 

Es cierto que se sufrieron, y siguen sufriéndose, graves reconversiones en la naval, en la minería... que fueron compensándose con acuerdos, con algún apoyo económico a las zonas afectadas, de suerte que tenemos zonas deprimidas económicamente, con graves riesgos de exclusión social; pero cuando no haya interlocutores ¿hasta dónde vamos a llegar? 

En resumen, las relaciones laborales autónomas entre los dos bancos de la mesa han venido garantizando, con su responsabilidad, la estabilidad política y la adaptación a los cambios producidos por las diferentes crisis. Me atrevo a decir que, salvo las excepciones de los iluminados de siempre, en este país nadie ha puesto en jaque la viabilidad de ninguna empresa gestionada con sentido común, que desde la óptica de los trabajadores no se ha tensado la cuerda para romperla si al otro lado no había un buey con electroencefalograma plano. 

La reforma laboral que provoca la HG del 29M ha irrumpido en el panorama de las relaciones laborales rompiendo las reglas de juego y marcando las cartas de ahora en adelante. Me pregunto si la mayoría de los empleadores de este país está dispuesto a echar este pulso y a romper las reglas de juego ¿Les ilusiona tanto volver a los pistoleros de los años 20? Confío en que Rajoy no pierda la cabeza. 

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