20 diciembre 2011

Valor, precio y ´ley Sinde´


 Hace muchos años me entrevistaban en una emisora de radio apropósito de un trabajo escolar en VHS realizado con un equipo de colegas, ya se empezaba a hablar de piratería, recuerdo que me manifestaba tan a favor de que nuestro trabajo se difundiese que llegué a proponer en antena la legitimidad de que se pirateasen las videotecas de los museos, menos mal que era a un hora intempestiva y aquello no lo escuchaba ni el tato.

Hoy, según reza la mancheta de algunos medios (artículo 32.1, párrafo segundo, Ley 23/2006 de la Propiedad intelectual), todos los contenidos allí publicados son propiedad de la empresa y nadie puede reproducirlos sin autorización. Es decir, que nadie por haber pagado algo más de un euro o por abonar la cuota de ADSL tiene derecho a apropiarse de lo allí escrito. Evidentemente parece algo obsoleto, todos pueden ver textos aquí publicados y reproducidos en otros medios y más o menos correctamente citadas sus fuentes. A nadie le preocupa si el folio y medio aquí escrito es fruto de seis horas de investigación o de un ratito de ocio del domingo por la tarde. Se le puede poner precio a ese trabajo o se puede valorar; pero lo que no se puede es confundir ambos conceptos. De hecho no recuerdo demanda de este medio u otro similar por el uso de sus contenidos ofrecidos en abierto en la Red ni que un colaborador haya tratado de poner puertas al campo reclamando derechos de propiedad intelectual.

Este largo prólogo viene a cuento porque está sin poner el cascabel (reglamento que desarrolla) al gato (ley Sinde), es decir, hay que aplicar la ley que puede perseguir las descargas ilegales, pero nadie se atreve a firmar el decreto que lo autorice, sobre todo después del pelotazo de la SGAE. Si son algo listos los salientes, dejarán el marrón a los entrantes.

Seguir con el concepto decimonónico de la obra de creación como inversión puede estar vigente si hablamos de piezas de coleccionista, lienzos, manuscritos, vinilos, cuyo precio puede venir dado por la oferta y la demanda. Mucho me temo que el resto de los productores, en este siglo, producen para la generalidad y solo alcanzan los laureles económicos si alcanzan la genialidad o si son realistas a la hora de poner precio asequible a lo que para ellos tiene valor incalculable.

El músico no podrá seguir viviendo de la venta de pocos discos a precio alto, sino de descargas a bajo precio y del directo.

La producción digital ha devaluado monetariamente el texto escrito; pero ya lo había hecho la imprenta frente al copista del monasterio. No me corroe la mala conciencia decir que estoy leyendo la última novela de Pérez Reverte en un copia pirata, al tiempo que reconozco haber pagado por el resto, excepto por una que el propio autor colgó en abierto.

Asimismo también les confieso que pagaré dos euros por la última novela de Isidoro García, La contrabandista de hostias, pese a que él me regalará una copia en papel hermosamente dedicada, espero que tampoco se pierdan un documental emocionante, O segredo da frouxeira de Xosé Abad, creo que por 1,20 euros.

Afortunadamente creo que han caducado las viejas concepciones del mercado cultural; en él los nuevos medios producen más lectores, más cinéfilos, más melómanos y hace falta más imaginación para financiar las producciones más costosas sin que su consumo sea prohibitivo.

www.lafelizgobernacion.blogspot.com

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