15 diciembre 2010

PISA 2009: hay que asfaltar el camino

Como cada vez que se hace público el Informe PISA, este folio ha de hacerse cargo de la llamada y lanzar un par de reflexiones al aire sobre las conclusiones que remite el sesudo estudio, siempre con la distancia necesaria y sin dejarse llevar por la marea interpretadora y frecuentemente maliciosa que prematuramente se asoma a los 200 folios de texto y gráficos sin haber tenido tiempo material para hacer una lectura comprensiva de los mismos y sin dominar lo más mínimo las claves de su elaboración e interpretación. A menudo, ya es un tópico, las conclusiones están escritas de víspera y sirven de escarnio del contrincante electoral sin tener en cuenta las fechas en que se hacen las pruebas al alumnado, de suerte que alguno se lleva un buen susto al saber que era él el que gobernaba entonces en España o alguna de sus CCAA. Los más chuscos son los que siempre tienen la sardina preparada para su ascua, los que, por ejemplo, extrapolan conclusiones lingüísticas de cualquier mínima subida del índice de comprensión lectora en una región bilingüe. En todos los billetes publicados estos días abundaron generalidades del tipo: nos estancamos, seguimos por debajo de la media, sin tener en cuenta que no ha habido grandes cambios en las aulas reales, seguimos con la obsoleta cultura tradicional, la transmisiva, y sin recordar que los verdaderos cambios son a largo plazo. Asimismo es importante tener en cuenta, insistir en que las pruebas PISA no son el examen tradicional y memorístico, no se preguntan en ciencias las definiciones de conceptos y datos, sino que se plantean problemas reales y los estudiantes han de buscar soluciones basadas en sus conocimientos. Las zonas que hoy vuelven a reaparecer destacadas son las mismas de 2006, Finlandia, Shanghái y Corea del Sur. Las dos últimas seguramente nos resulten muy extrañas y de difícil aproximación al modelo español por su carácter segregador y competitivo, pero recordemos lo que ya hace años venimos observando de los sistemas nórdicos. Tienen una ley simple y muy adaptable a los centros y su autonomía, a las necesidades de sus comunidades educativas, en ella se enmarcan las labores de los diferentes profesionales de la educación, altamente cualificados y valorados socialmente que desarrollan su labor en unos centros en cuya gestión participan activamente, junto a padres y estudiantes. Mientras tanto, en España, agotamos otra posibilidad de alcanzar el pacto educativo que diese estabilidad legislativa, seguimos con estudiantes y profesores recargados de contenidos en materias desvinculadas de la vida real y centrados en los libros de texto, dejando al margen el desarrollo integral de la persona que pueda asimilar la información con espíritu crítico. Todo ello con las mismas metodologías pasivas y mecanicistas sin evaluar el rendimiento y objetivos alcanzados, en centros poco participativos muy alejados de la realidad que les rodea y que, ante la realidad del fracaso y del abandono prematuro, no tienen más ocurrencia que insistir en la necesidad de reforzar estas conductas negativas. El responsable de PISA lo decía muy claro: "Cambiar un sistema que ha estado muy centrado en la reproducción de los contenidos de unas materias para ir a otro que enseñe a los alumnos a pensar, a aplicar de forma creativa lo que saben, en el que se deje de decir a los profesores qué tienen que hacer, qué tienen que enseñar, para articular en su lugar lo que los alumnos deben ser capaces de hacer y que los docentes decidan qué y cómo enseñar para llegar a conseguirlo". Conocemos el camino, es hora de asfaltar.

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