08 enero 2008

¿Estás casado por lo civil o por lo militar?

Aún sigue circulado este dicho entre los maduros. Era el momento en el que el paso por la vicaría significaba para las jóvenes la única forma de escapar de la opresión en la casa paterna para sustituirla por el dominio del dueño de la costilla de Adán. Cambiaban lo de estar a las diez en casa por estar a todas horas en casa. Esta es la familia tradicional que añoran e intentan conservar a toda costa los que echan de menos aquellas bodas de antes, ciencia ficción para los jóvenes, que hoy no se creen que no hace tanto tiempo la boda civil tenía como requisito apostatar públicamente en la parroquia y poco menos que ante el cabo de la Guardia Civil; recuerdo haber firmado como testigo en alguna boda civil celebrada en la media hora de café, en una escapada clandestina al juzgado. La obligatoriedad casi absoluta deja paso a la normalidad hace pocos años y ojito con si vives en un pueblo de cotillas o difuminado en una ciudad. Por lo demás, tampoco entiendo tanto y tanto empeño por parte del clero; el sistema económico que conocemos -y desengáñense que será el único que conozcamos- ya se preocupó hace tiempo de que las pequeñas reformas que adoptó garantizasen que nada cambiaría. No hay duda de que la familia tradicional -por lo civil o por lo militar- hoy está perfectamente salvaguardada por el Banco de Santander y el BBV, una buena hipoteca es hoy por hoy la mejor garantía de la unidad familiar, tal y como le conviene al sistema, con la mujer supuestamente liberada compartiendo la cocina con su segunda nómina y el hombre campando por sus respetos en su ancha Castilla Aún colean los efectos de la manifestación de los obispos y la respuesta desde el partido del Gobierno. La verdad es que me sorprende la reacción de estos últimos y el lenguaje usado, parecen vivir en otra galaxia cuando les contestan hablando de votaciones, democracia, derecho... y demás zarandajas que no entran en la escala de valores de la otra parte; la prueba del nueve es que si esos valores les importasen o los respetasen, empezarían por aplicarlos en su propia casa y eso no ocurrió en 2000 años, quizá por eso el negocio sigue floreciente. Si en realidad quieren hacerse respetar en nuestro nombre, que empiecen denunciando el Tratado Internacional con el Vaticano y suprimiendo todos y cada uno de los privilegios. Queda demostrado que templar gaitas, como intentó la vicepresidenta, no sirve para nada; por no hablar del fracaso de los supuestos buenos oficios de nuestro embajador Francisco Vázquez para lograr relaciones más o menos pacíficas entre ambos estados. Los lemas, las consignas, los mensajes emitidos en ese acto dejan traslucir la nostalgia y la incapacidad de asumir que existe la realidad. La nostalgia de la vieja familia patriarcal, con la mujer sometida a su rol de reposo del guerrero, responsable única de la prole, administradora de los recursos imprescindibles del núcleo económico social que es la familia y con la pata quebrada, es un principio del que no se apearán, porque sería tanto como reconocer que padecen la enfermedad que padecen.

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