28 octubre 2007

Meirás, Pardo Bazán y `La tribuna´ (y II)

Como el martes pasado, seguimos hablando de Pardo Bazán para comentar el otro detalle que nos quieren colar de rondón los coruñesistas de toda la vida con sus alabanzas a La tribuna, la obra con espacio coruñés, la Fábrica de Tabacos, su obrera Amparo, su marco histórico, la revolución del 1868, las reivindicaciones de clase... ¿Qué nos encontramos? Casticismo puro, más modernito que La gaviota de Fernán Caballero, sí, pero costumbrismo basado en la observación del inferior, de las obreras explotadas sin haber tenido nunca intención de escribir una obra de apoyo al proletariado femenino coruñés. No nos engañemos suponiendo veleidades izquierdistas, la condesa dice: "Es absurdo el que un pueblo cifre sus esperanzas de redención y ventura en formas de gobierno que desconoce [la República] y a las cuales por lo mismo atribuye prodigiosas virtudes y maravillosos efectos". Ahora bien también nos la quieren colar con las veleidades feministas de la señora y, en concreto en La tribuna. Amparo se nos presenta como una precoz líder sindical contra la explotación de sus compañeras; todo muy rico y muy abundante si no profundizamos en las reflexiones que se destilan en la obra. Por ejemplo, se nos explica cómo el puesto de trabajo poco menos que se hereda de madre a hija, que no se llega a saber muy bien si es una ventaja o una maldición; el caso es que la sociedad coruñesa poco menos que celebra la entrada de una niña en la Fábrica con el mismo boato que una boda: "El día en que recogió el nombramiento, hubo en casa del Barquillero la fiesta acostumbrada en casos semejantes, fiesta no inferior a la que celebrarían si se casase la muchacha: Mandó la madre decir una misa a Nuestra Señora del Amparo, patrona de las cigarreras...". Otro asunto espinoso, los malos tratos, no pretendo que la condesa hubiese redactado proyectos de ley de igualdad ni contra las palizas a las mujeres -no creo que ella recibiese ninguna, pero saber, sabía que las había- pero vean cómo se explica en la novela en cuestión el hecho de que una compañera de Amparo robase tabaco para que su marido no le pegase y sus compañeras se solidarizasen robando para ella: "Robar no estaba bien hecho, claro que no, pero también hay que ponerse en situación de cada uno: ¿Cómo se había de gobernar la infeliz, si su marido la tundía y hacía picadillo con ella? ...en fin no era razón de dejar morir de hambre a los chiquillos de la Rita". Pero la moraleja de verdad, la que no nos deja lugar a dudas sobre el papel y la intención de la condesa es la relación de Amparo con Baltasar, el jovenzuelo burgués del que se enamora, que la deja embarazada y sola. La líder no es embaucada, se nos presenta como una trepa vulgar y corriente que abandona sus ideales pensando sólo en su interés particular. Evidentemente el final no es de cuento de hadas, el ascenso social por esa vía es imposible, también para la Pardo Bazán, a Amparo le queda el buen recibimiento de sus compañeras cuando llega sola y abandonada. Cada uno en su sitio, como tiene que ser, faltaría más.

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