04 septiembre 2007

In vino veritas: `Oliñas veñen´

El clarete llegaba a casa en un garrafón de cristal con aquel revestimiento de mimbre, o lo que fuere, con sus dos asas que dejaban las manos en carne viva. Era de uva, sí de uva, seguramente de Cacabelos. También había el blanco de Castilla y el Ribeiro, pero sólo de .La Cosechera. En las fiestas familiares acompañaba al cocido, los callos, la carne asada o el bacalao con coliflor. La euforia era mayor para los abuelos por tener al clan reunido, hasta los más chiquillos estaban convidados a la mesa común de la que iban y venían las mujeres de la casa perola va, fuente viene; sin apenas tiempo para disfrutar del plato. La excepción eran aquellas más pillas que siempre ocupaban banquillo en un lugar inaccesible y les resultaba imposible llegar a los fogones y fregaderos, pero sí estaban cerca de las tajadas a repartir -los hombres primero, según edad y jerarquía- y desgraciada la última que se quedaba sin aquel tocino entreverado que tanto le gustaba. Se aprendía mucho observando, sigue siendo así. Apenas había conversación sustancial, las alabanzas a las viandas y los recuerdos de las hambres pasadas en la posguerra, si acaso alguna referencia a los ausentes, a lo que habrían disfrutado estando allí. Si a alguno en ese momento le ponen un gran plato cuadrado con medio toro de abadejo, rodeado de hierba o de algas con un chorrito de Pedro Ximénez haciendo dibujitos sobre una gran superficie vacía de proteínas, monta un pollo que se enteran en el obispado. No hay copitas apropiadas para catar, pero los vasos se rellenan sin contemplaciones. Los dulces de sartén salen recién hechos y con ellos aparece el café, la botella de Fundador, las guindas y comienza la fiesta de patrón, de Navidad o de lo que tocase en su momento. Hay que aprovechar para contarse cosas, para fardar aunque fuere de farol y empiezan las discusiones, piques y rivalidades. En ese momento algún hombre de respeto manda traer una pota, la caña, el azúcar... se prepara la queimada, sin conjuros absurdos, no había cacharros de Buño, se apaga la luz, las llamas azules se escancian, dejan pasmados a los críos y se olvidan las rencillas. Las cuerdas vocales están a punto y la vergüenza aparcada hace rato. Sé que se daban casos de empezar por el tango, pero era mayoritario el bolero, Si tú me dices ven lo dejo todo, Reloj no marques las horas... flamenco había poco, pero aquella de Maite, Maitechu mía nunca fallaba y a varias voces. País, lo que se dice país, se hacía ¡cómo que no!, ¡Ay Pepiño adiós, ay Pepino por Dios no te vayas!, A Virxe de Guadalupe cando vai pola ribeira, y todas las que forman parte de su recuerdo. Todo esto me choca con lo que cuenta el vicepresidente Quintana, nos dice que entre sus recuerdos de infancia está cantar Os pinos en las navidades familiares, la verdad no sé cuáles son sus raíces, no pongo en duda que en los ambientes de represaliados nacionalistas se añorase esa letra, seguramente la pequeña burguesía ilustrada nacionalista conociese los poemas del Romanticismo pondaliano, pero yo oía de crío el Oliñas veñen. www.lafelizgobernacion.blogspot.com

No hay comentarios: