19 junio 2007

Algo más sobre el 77

Nos estamos llenando las legañas mañaneras de pastosos aniversarios de las elecciones del 77, ciertamente importantes; pero tiene que haber balances para todo y si hay que lamentarse de algún déficit, pues se hace, que no pasa nada. Por lo tanto hay que recordar que se celebraron sin la legalización de todos los partidos, que estaban tuteladas por todos los poderes -se empezaban a llamar fácticos y nadie sabía muy bien qué era aquello- del franquismo. También recordamos que no había habido elecciones locales y los ayuntamientos grandes y pequeños seguían en las mismas manos de los mismos de siempre controlando el cotarrro. Todo fue muy rico y muy abundante, su recuerdo me trae sensaciones contradictorias, el haber participado en la campaña electoral en el sur de Orense, en los pueblos cercanos a la frontera -Lobios, Entrimo, Bande-; en un Dianne 6 con un altavoz en la baca a la salida de misa y a los paisanos mirándonos con cara de pocos amigos o quizá pensando que los marcianos barbudos ya estaban invadiendo sus reductos dedicados al contrabando de menudillo. A todo esto sin poder votar porque nos faltaban unos meses para tener los preconstitucionales 21 años preceptivos. Lo que tenías en la cabeza en ese momento era que la amnistía política que esperabas había empezado a aplicarse en el julio anterior y se completaba en marzo y mayo del 77 -apenas hacía un mes-. Todo hijo de vecino sabía quién las ganaría o, por lo menos, quién no podría ganarlas. El temido TOP, el Tribunal de Orden Público, había sido disuelto seis meses antes, el derecho de huelga asomaba la cabeza tres meses antes y la libertad de sindicación llevaba sesenta días de nada en vigor. ¡Cómo para creerse que aquello iba en serio! Íbamos al trágala convencidos, pero lo hacíamos sabiendo que había otros que también estaban digiriendo lo suyo; era el único consuelo saber que las úlceras ideológicas sangraban. Es cierto que nos estaban vendiendo que el régimen estaba haciéndose el harakiri con la Ley de Reforma Política, pero no es menos cierto que lo hicieron por su propio interés, siempre con la intención de cambiar un poco para que nada cambiase. Habrá quien diga que el esfuerzo reconciliador fue impagable y que las cosas no salieron como a don Manuel le hubiese gustado, pero escuchar hoy a sus supervivientes y herederos deja claro que tienen el convencimiento profundo de que ganaron y lo hicieron de calle. También han de saber que no me estaba reconciliando con ellos sino con sus víctimas, con los que tenían que saltarles al cuello con afán de venganza y había que sosegarles la víscera. En épocas de memoria histórica es realmente ultrajante que se den espectáculos como el de la negativa de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo a revisar el garrote vil que asesinó a Salvador Puig Antich, gracias al voto de dos jueces, ex generales. Siempre hay un par de generales para todo. La democracia no es sólo formas, pero sin formas no hay democracia y para muestra el botón del candidato de la derecha en Santiago que lo único que puede decir de la ministra de Fomento es llamarle marimacho.

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