17 abril 2007

Constructivismo y promoción inmobiliaria

Allá por los lejanos años del principio de la década de los noventa cuando la Reforma Educativa de la Logse empezaba a tomar carrerilla, cuando desaparece la EGB y el BUP, y aparece a Primaria y el nuevo bachillerato, los bienintencionados de la nueva administración modernizadora ponen en marcha una campaña de cursillos, congresos, ponencias y demás para tratar de ponerle las pilas al profesorado y que cambiase el paso de los viejos tiempos, que se adaptase a la nueva metodología constructivista. A los que accedieron a las llamadas de la renovación lo primero que les llamó la atención fue la palabreja, constructivismo, otros se dieron cuenta que ya lo llevaban a la práctica, pero no sabían que se llamaba así. Hay que decir que a muchos profesores las nuevas teorías les entraban por un oído y les salían por el otro. Siguieron dando el libro del BUP y tente tieso. La motivación no fue mucha y la explicación más bien escasa. A los maestros, sobre todo a las maestras -y siendo sincero- a las maestras de educación infantil, sí, a las de los párvulos de toda la vida, sí, les tocó el corazoncito profesional; sí que supieron ver en aquella cutre campaña de modernización basada en ponencias, artículos y demás herramientas de la intelectualidad pedagógica al uso, algo que valía la pena reflexionar y aplicar; poquito a poco. No me quedo corto si les digo que pienso que lo mejorcito que se despacha hoy en la enseñanza pública es la labor de las maestras de educación infantil. Pues bien, el constructivismo es esa nueva metodología, en un resumen muy sucinto, según la cual el maestro va poniendo ladrillos lógicos para que el alumno vaya construyendo el edificio de su conocimiento. Desde los tres añitos de nada van montando el andamiaje para poder poner las zapatas, las columnas, las vigas, y otros artilugios que soportarán el peso de placas, encofrados y tabiques educativos. Pero aquí surgen los problemas de vocabulario, tienen que pensar en la cantidad de maestros que sirven plaza en el medio rural, en ayuntamientos pequeños, en los que es muy difícil no apostar leal y legalmente por el servicio público también desde la corporación municipal correspondiente; para algunos es no sólo una tentación, sino casi una obligación. Hete aquí que tal voluntad de servicio llevó a un par de ellos a ser presidentes de diputación provincial, a decenas a ser alcaldes y concejales y, tacita a tacita, a malentender al asunto este del constructivismo y confundirlo con la promoción inmobiliaria. Su razonamiento cayó de cajón, si el conocimiento humano se edifica, mi bienestar también ha de edificarse. De aquellos polvos viene estos lodos y parece difícil de encajar que no haya ninguna ley de incompatibilidades que ponga trabas al alcalde o al concejal de turno, administradores del dinero público para ser simultáneamente vendedores de leiras, suelo urbanizable, pisos y adosados. Hay problemas éticos, está claro; pero ante esta contradicción nadie se altera.

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