Reacciones: muchas y para todos los gustos, unos dicen: ¿qué hace una mujer como esa en un colegio? Los demás dicen: si el Estado paga que el Estado seleccione, contrate y despida.
Pero claro, estamos hablando de contenidos supuestamente educativos que entran en contradicción con las ciencias y las letras y sirven de argumento para que la jerarquía católica se arme de razones para llamar a la objeción de conciencia contra la Educación en Derechos Humanos.
Detrás de todo se esconde lo de siempre, la misma hipocresía de siempre, los mismos sepulcros blanqueados de siempre, la historia de aquel niño con muchos hermanos, que lo meten a la fuerza en un seminario, inocente y con buenas intenciones, al que le anulan toda capacidad de elección y voluntad; que se hace cura sin querer ni poder evitarlo y vive sus relaciones afectivas como puede, es decir, de forma clandestina. ¿Es eso lo que quiere la Iglesia que hagan los profesores y profesoras de Religión? ¿Quieren que mantengan sus emociones y deseos de tapadillo, porque es premisa fundamental para el mensaje que han de transmitir a sus catecúmenos en horario escolar? Venga hombre, que entre los católicos romanos siempre estuvo bien visto un buen amancebamiento.
Pero la bendita resolución del Constitucional de marras trae otras coletillas que a muchos les rondan por el magín. Por ejemplo, tengo que osar y reñirle a la vicepresidenta Fernández de la Vega; es notorio que negoció y cedió demasiado ante la Iglesia en la LOE, en el IRPF, y para colmo, parece que tampoco le están echando una mano contra ETA. Espero equivocarme. Si todas estas prebendas son constitucionales habrá que cambiar la Constitución o el Concordato.(...)
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