17 marzo 2007

Caperucita Roja y demás cuentos nacionalistas

A los niños hay que decirles siempre la verdad aunque a veces haya que usar símbolos, artimañas para que nos comprendan; pero el hecho de que los tiernos infantes precisen de un mundo simbólico que les ayude a asimilar conceptos, conductas, actitudes, valores que han de adquirir y vivir, en resumen, a construir una personalidad crítica y autónoma, no quiere decir que se tengan que creer lo de Adán y Eva; pero ese no es el tema de hoy.

También sabemos que los mundos simbólicos han de acudir a simplificaciones, a la sencillez. Recordemos un ejemplo, el de Caperucita Roja, un cuento que parte de la tradición oral en el que la niña es advertida de que salir de casa, aventurarse a lo desconocido es poco deseable. La versión de Perrault ya matiza más, Caperucita ha de seguir siendo cautelosa y ha de saber que los encuentros con desconocidos no son buenos, es más, son peligrosos, sobre todo si se está bajo el influjo de la ignorancia y la vulnerabilidad de la menstruación y sus riesgos, ella no lo sabe, pero el lobo sí lo sabe. Los hermanos Grimm recuperaron una versión más inocente y malévola: el personaje del cazador ya aparece dando un final más feliz, asegurando que la mujer ha de ser débil e inferior, que precisará siempre de un hombre armado a su lado, que la poseerá y garantizará su virtud.

Pero no se crean que esto de los héroes sea cosa de los antiguos, ahora que parece que se muere el Capitán América, surgen nuevos personajes que recogen el testigo de la defensa de los valores que vale la pena defender. Hete aquí que el valor más importante que se ha de inculcar y defender es de la pureza, el de la pureza lingüística, pero pureza sin buen rollo, sin puñetera pedagogía: el método del palo y la zanahoria.

Empecemos por el palo, hay muchas formas de represión, el ejemplo que les traigo es el de una función de títeres que recorre Galicia en la que los superhéroes son cuatro defensores del gallego frente a un maldito (= mal dicho español), cuatro buenos que hablan la lengua de coñe, es decir en la que se estudia coñecemento do medio (geografía y ciencias naturales, para los viejos) son Os barballocas, sujetos que aparecen en la ficción del S XII: Verbalinda, la creadora del gallego, la sueva Falamunda, su protectora, el romano Pepiño y el ordenador portátil Sarela que los teletransporta a la actual Feira do Queixo.

El quinto es el Maldito, el que habla castellano y un poco de inglés, odia a Galicia, su cultura, su historia... y los cuatro magníficos son los adalides del buen uso y de lo políticamente correcto.

Pero lo de menos es que tales eventos sean abonados por el popular Ayuntamiento de Vigo o el nacionalista programa A Cultura Circula (costeado por Vicepresidencia del Buen Rollo, Consellería de Cultura y Consellería de Industria, ¿falta la de Medio Rural?); creo que lo importante es el criterio de selección de actividades que se propician y se perpetran contra nuestros niños. No me queda folio para hablar de la zanahoria, pero se lo debo.

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