De la misma manera, no hay cola en supermercado ni café mañanero que consiga evitar el tema de marras: el de los pocos saberes que acumulan nuestros jovenzuelos y de cómo los enderezarían ellos, de cómo pondrían a andar a los popes del sistema educativo sin el menor esfuerzo, porque, vamos hombre, que ya está bien de tanta mano blanda y de tanta holganza.
Las alineaciones y éxitos de la selección nacional de fútbol que haría cada español se están quedando cortos; aquí todo el mundo sabe ya cuándo ha de repostar combustible Fernando Alonso y, por supuesto, cuál ha de ser el diseño curricular desde la educación infantil al doctorado europeo.
Los más ampulosos eruditos en todo cuanto asunto sale por la tele e ignorantes integrales en la materia que nos ocupa, rápidamente extrapolan un par de gráficas y el titular del periódico gratuito de turno, lo aderezan con los humores que destile esa mañana la emisora que use para soportar el atasco y ya se componen una solvente teoría que dejaría con la boca abierta al mismísimo Don Claudio Moyano Samaniego si levantase la cabeza; de un plumazo solucionan el déficit inversor, el abandono escolar y, sobre todo, la comprensión lectora; el caso es poner la lengua a paseo y adornar el discurso de buena fraseología supuestamente experta.(...)
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