21 mayo 2019

LA VECINDAD ADMINISTRATIVA DE VÁZQUEZ MONTALBÁN




Dice Pepe Carvalho en Asesinato en el Comité Central :
- Me apunto a la subversión de los imaginarios.
- Y las otras subversiones?
- Ah, pero hay otras?



Tengo familia muy cercana que es catalana, es decir, que tiene vecindad administrativa en Cataluña, allí está censada, vota, paga sus impuestos, aprende catalán por vocación ciudadana y filológica; mas creo que su actividad laboral se desarrolla, sobre todo, en inglés con acento americano. Según cuenta, lo poco que cuenta, se ha asentado bien salvo por los excesivos precios del alquiler de la vivienda por culpa de las redes con esos eurazos desorbitados para los turistas y los especuladores buitres. Supongo que está más feliz que en otras épocas en las que la explotaron más los americanos; pero ya saben, nunca se puede saber todo lo que se quiere saber.
No me consta que haya leído tanto como yo a Vázquez Montalbán y me gustaría que se pusiese en su piel tantos años después de su prematura muerte sin haber recibido una mísera Cruz de San Jordi, medallero al que nunca aspiró, después de haber puesto a Cataluña en el mundo con todas sus faenas periodísticas y literarias; sus batallas no eran de ese mundo, vivió, trabajó, habló catalán, fue a la cárcel como rojo catalán -como su padre- y hoy formaría parte de los traidores que defienden la convivencia y la estabilidad política, independientemente de la cuna de cada uno, fuere cual fuere su lengua o su continente de nacimiento. Creo que seguiría siendo un charnego para toda esa masa vociferante que trata de expender carnés de catalán convergente e independentista. Algo que, en principio, no es muy vendible. Si yo tuviese un producto trataría de tener los máximos compradores, no le voy a poner puertas al campo de mis clientes, pero hay gente pa tó, le dijo el torero al filósofo.
Hoy su ironía estaría a disposición de los que denunciasen la aznaridad, algo que va mucho más allá del aznarismo, puesto que sería beligerante, también con el pujolismo, con esas ansias convergentes de huir hacia adelante en los casos de corrupción con Màs, con Puigdemont y ahora con Torra. Todos con un resultado electoral discreto sin poner las cartas boca arriba.
Hoy parece que para ser catalanista de verdad, como Manolo Vázquez Montalbán, hay que llevar el escapulario del mártir Puigdemont en la camiseta y defenderlo a muerte, sostener que su televisión es la única verdad verdadera como hace Agustí Colomines, su ideólogo, aún no sé cómo un intelectual de su talla no tiene garantizado los tratamientos médicos para saber de verdad qué sucede en su cabeza.
En la cárcel de Manolo Vázquez Montalbán no había ruedas de prensa ni podía presentarse a las elecciones. A fin de cuentas allí aún no comprobaba que el fútbol es la religión diseñada en el siglo XX más extendida del planeta y así seguimos.

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