28 mayo 2019

La claque y los alabarderos, un oficio mal recuperado


https://www.laopinioncoruna.es/opinion/2019/05/28/claque-alabarderos-oficio-mal-recuperado/1405937.html

Contaba el viejo Garrigues, embajador y ministro con Franco, que en una audiencia sugirió que el régimen necesitaba reformas; Franco le interrumpió: "No se esfuerce, ¿usted sabe qué es el Movimiento?". Él hizo una pausa escénica para tragar saliva y el dictador sentenció: "El Movimiento es para mí la claque. Los primeros en aplaudir".
Antonio Garrigues Díaz-Cañabate Diálogos conmigo mismo

Las primeras décadas del Teatro Real de Madrid como meca de la ópera están jalonadas de éxitos y de fracasos. Era la vida de un teatro; pero muchas veces el éxito o el fracaso de una obra no eran espontáneos. Los aplausos o los abucheos mercenarios han existido siempre. Heredamos del francés la palabra claque, pero en Madrid han tenido más nombres: mosqueteros, alabarderos, los que hacen el tifus... es decir, aquella gente que entraba gratis al teatro y tenía la obligación de obedecer.
Al final del S.XIX, en este y otros teatros, sus cometidos eran muy variados. Se les podía contratar para provocar un triunfo o un desastre, pero también para distraer en el momento preciso en el que algún protagonista tuviese un lapsus. En fin, para manipular al público al oír los golpes de la garrota.
Las crónicas son abundantes en anécdotas, se dice que a fin de siglo el jefe era Ramón Paraje y que le sucede, ya en el S. XX como jefe de la claque, Antonio Gil con el centro de operaciones en una taberna cerca del Teatro Real y noventa sujetos en plantilla más los meritorios, estudiantes faltos de moneda y otros menesterosos que entraban al teatro poco antes que el público para escoger buenos asientos, no pudiendo marcharse hasta el final de la función. Parece que le sucedió un tal Otello que exprimía al empresario y a los cantantes. También nos cuentan la versión amable, según la cual estas cuadrillas eran verdaderos amantes del espectáculo, aunque palmeros o pateadores a cambio de remuneración o entrada gratuita.
Sí parece constatado que a Valle-Inclán le encantaba patear los estrenos de Echegaray porque decía que solo usaba gerundios y solo hablaba de cornudos. Parece ser que un joven se lo recriminó reconociéndose hijo del autor agraviado, Valle-Inclán le miró de arriba abajo y le preguntó: "¿Está usted seguro?". También Jardiel Poncela, por su cáustico e inteligente humor, sufrió a los reventadores; pero se defendía así de un autor que estrenaba comedia tras comedia a una velocidad desacostumbrada: "Es un escritor que se pone a escribir, no se le ocurre nada y sigue escribiendo".
La pasada semana se ha estrenado en el Congreso una cuadrilla de alabarderos que promete memorables faenas. Llegaron pronto para pillar buen escaño, mantuvieron el gesto altivo y maltrataron el mobiliario público con ansia. Sin duda prefería aquellos maleducados desplantes que le hacían a Sagaseta o a Labordeta y sus señorías huían en marabunta; pero pocos les recuerdan.

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