15 noviembre 2016

El Vaticano sigue amenazando a los suyos

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2016/11/01/vaticano-sigue-amenazando/1121211.html


Hace unos días los jerarcas del Estado Vaticano, portavoces de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antiguo Santo Oficio o Santa Inquisición, han divulgado las órdenes de su jefe de estado dando instrucciones a sus fieles sobre cómo pueden o no pueden conservar sus restos para que les vendan las bendiciones funerarias y, de paso, algún nicho con vistas al mar.
Sus divagaciones versaban sobre la conservación de las cenizas de los difuntos, no decían nada sobre las cenizas de los condenados vivos a la hoguera por sus supuestas herejías, brujerías y librepensamiento; de esos polvos nada se recuerda, ni de otros más curiosos como el caso del cadáver de John Wyclif, traductor y teólogo inglés que fue desenterrado y quemado en 1428; sus cenizas fueron esparcidas en un río, como una forma explícita de castigo póstumo, por negar la doctrina católica de la transubstanciación.
Tarde dieron permiso a sus fieles para la cremación, en 1963, olvidando que hallazgos arqueológicos indican que en el año 3000 a.C. ya se conocía la cremación en el Norte de Europa y Asia, en la Edad de Bronce (2500-1000 a.C.) se extendió a las Islas Británicas, España, Portugal e Italia. En Grecia (800 a.C.) la cremación era el método más utilizado. Los romanos durante la época del Imperio usaron costosas y elaboradas urnas, hasta que la cristianización se generalizó impidiéndola salvo en caso de peste.

Hasta el siglo XIX, las doctrinas cristianas prohibían la cremación porque se pensaba que si se destruía el cuerpo, este no podría resucitar. Poco a poco, empezando por Inglaterra y EEUU se va reimplantando la costumbre, pese a la oposición vaticana.
Tengo curiosidad por saber qué pasará a medida que se extiendan las nuevas técnicas de descomposición de cadáveres, distintas a la cremación, como la hidrólisis alcalina, una alternativa que está ganando adeptos, habitual en varios estados americanos, mucho más ecológica porque produce ocho veces menos CO2, nada de dioxinas y necesita un tercio de la energía. Además, el resultado es una mezcla de sales no contaminantes.
Para llevar a cabo la operación basta introducir los restos mortales en un cilindro de acero y tratarlos con una disolución acuosa de hidróxido potásico a 150-170º bajo presión para obtener una ceniza blanca, reproduciendo la descomposición natural de la inhumación.
Biólogos suecos llevan a la práctica su alternativa ecológica consistente en la congelación de los restos mortales con nitrógeno líquido para hacerlos quebradizos y deshidratarlos después. Proponen que las cenizas se guarden en un recipiente biodegradable de almidón de maíz que se convertirá en materia orgánica sin ningún tipo de emisión al aire o al agua.

A ver si estas técnicas son demoníacas y durante cuánto tiempo.

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