25 abril 2006

Literatura y coronarias

No sé cómo me entero de que un grupo de científicos americanos y chinos acaban de llegar a la conclusión de que hay otra actividad muy cardiosaludable, la lectura. Parece ser que les recetan a sus pacientes hora y media de novela y poesía; les recomiendan repartirlas después de la comida y de la cena. Aseguran que es mano de santo para prevenir infartos y demás desastres. En un primer momento no sé cómo lo asocié a la siesta, pero no tiene nada que ver. Tampoco sé qué opinarán las compañías farmacéuticas con sus betabloqueantes y sus derivados de la aspirina. Recordarán que hace dos semanas les hablaba de Félix Bayón -a propósito de su novela ambientada en Marbella- a todos nos constaba que su segundo corazón leía, pero no fue suficiente. Casos similares conocerán a mares. Esos sesudos especialistas no especifican qué lectura recetarían, si sería la misma para todos, si se adaptaría al perfil del paciente... Pongamos por caso que dejan al libre albedrío del pagano cliente la elección de la panacea y, un suponer, cae en sus manos un libro de Pío Moa en estas fechas de aniversarios; empezará a empaparse de malas intenciones, los ácidos gástricos se segregarán con velocidad y en grandes cantidades, la bilis y todas clase de humores reales e imaginarios terminarán produciendo una real y contundente úlcera sangrante en cualquier estómago que se precie, sin necesidad de que medie ninguna bacteria. A lo mejor no hubo infarto, pero el interesado estará a pescadito cocido una buena temporada.(...)

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